Alberto Pulido A.
El descrédito de los
políticos y de sus partidos, como hace mucho no se había visto, ha ido en
aumento y ha tomado carta de nacionalización en México. El fenómeno ha metido
en la apatía a un grueso número de mexicanos, quienes ya no confían en los
discursos huecos de estas, en la corrupción e impunidad en las que muchos de
ellos se mueven y que han tomado como instrumentos para hacer política.
Ejemplos extremos los vimos en el caso de la actuación del presidente municipal
y testaferros en el caso de los normalistas desaparecidos de la Normal Rural de
Ayotzinapa, o en las actuaciones corruptas de varios ex gobernadores.
El 2015 será un año electoral y promete ser una
experiencia donde una buena parte de los electores repudien el proceso, de por
si poco atractivo por lo que se elegirá, por el descreimiento de estos hacia
las actuaciones de los políticos en los acontecimientos que hemos vivido en lo
últimos años, como las reformas estructurales impuestas y que han atentado
contra los intereses de buena parte de los mexicanos y de la misma nación en su
conjunto.
Nadie se salva, pues de entrada el anunciado desde años
atrás como el nuevo PRI resultó, resulto ser mas corrupto y solapador de
impunidad en la que han actuado varios de sus correligionarios en varios
niveles de gobierno. De esto no se salvan tanto el PAN y el PRD que se han
visto vinculados a actividades ilícitas, y en enriquecimiento
inexplicable.
Ademas a todo esto se le han agregado exoneraciones y
solapamientos a acciones de políticos corruptos, como fueron los caso de
Raúl Salinas de Gortari, de Mario Marin el “gober precioso”, de Humberto
Moreira, de Fidel Herrera, de Tomás Yarrington, de Narciso Agundez y de Andres
Granier, por solo dar algunos ejemplos. Todos ellos se han encargado de
ensuciar a la política y a vivir en la impunidad, lo cual ha sido un verdadero
insulto a la sociedad mexicana.
Todo esto sin duda es un signo evidente de que estamos
viviendo una grave crisis política de grandes proporciones que han puesto en
entredicho a instituciones del Estado Mexico, que no han velado por los
intereses de la nación y se han servido a manos llenas de los dineros públicos.
La llamada izquierda partidaria, que se suponía podría
ser la alternativa al estado de cosas existente, ha salido muy mal librada y no
se ha salvado de actividades corruptas y del descredito, lo que la ha llevado a
la división en sus filas, a la complacencia con el poder gubernamental federal
y a vivir del presupuesto, lo que la ha alejado de las necesidades y demandas
de la mayoría del pueblo mexicano; en pocas palabras se ha asimilado al
sistema.
Como alternativa creíble queda la otra izquierda no
partidaria, la que se ha venido moviendo en varios sindicatos, en
organizaciones diversas de la sociedad civil, en frentes amplios que se han
venido creando en los últimos años, en organizaciones campesinas y
estudiantiles independientes que se han estado moviendo dentro del Politecnico,
la UNAM y otras instituciones educativas. Desde ahí puede venir la alternativa
que organice el descontento social que se ha dado a raíz de la imposición de
políticas neoliberales que han dividido a la sociedad y le han jugado a
acrecentar la desigualdad social.