viernes, 18 de febrero de 2011

Los saldos de la UNAM con sus académicos

Joel Ortega Juárez
2011-01-29•Acentos

El próximo 1 de febrero deberá firmarse la revisión del Contrato Colectivo entre la UNAM y la Aapaunam (Asociación Autónoma del Personal Académico de la UNAM). Esta firma se ha convertido en una fecha más del calendario. La titularidad del Contrato Colectivo la tiene la Aapaunam gracias a que “ganó” el recuento los días 13 y 14 de noviembre de 1980, hace un poco más de 30 años, por un estrecho margen: STUNAM 6,582 y Aapaunam 7,316 votos, respectivamente.

Esa “victoria”, conseguida con los peores hábitos del priato, tiene consecuencias negativas para los académicos y los jóvenes egresados de la UNAM. El más grave es que más de 80% del personal académico de la UNAM es interino. Puede ocurrir que profesores con 10, 20, 30 o incluso 50 años de impartir clases sean interinos. Este dato haría enrojecer de vergüenza al más fanático defensor del neoliberalismo laboral. Otro blasón del “Consenso de Washington” está presente en el hecho de que un poco más de 67% de los académicos de la misma UNAM son profesores de asignatura. Es decir, no tienen ni tiempo completo ni medio tiempo. Existe un tercer factor perverso en las condiciones laborales de los trabajadores intelectuales de todas las universidades públicas, incluido el Politécnico. Se trata de los salarios. En este asunto hay una suerte de ingreso “apuntado en el hielo”. Me trato de explicar.

Los salarios tabulares de los académicos, en casi todas las universidades públicas, corresponden a 80 o 100 pesos por hora clase. Los profesores o investigadores de Tiempo Completo de la categoría media, Asociado C, obtienen 12,542 pesos mensualmente. Algunos de los profesores e investigadores de tiempo completo tienen estímulos o becas que pueden triplicar el salario tabular y una pequeña élite son miembros del Sistema Nacional de Investigación, con lo cual pueden obtener ingresos mayores. La mayoría de los académicos no se jubila porque lo haría con una pensión de tres a cinco veces inferior a su ingreso en activo. Ese factor hace que la planta académica tenga un envejecimiento grande y al mismo tiempo impide su renovación por los jóvenes, aunque éstos tengan maestrías y doctorados. Como la “contabilidad” de los ingresos está apuntada en el hielo, a la hora del retiro o la muerte simplemente no se abona al trabajador o sus familiares.

La UNAM como institución tiene un saldo negativo con sus trabajadores intelectuales. Tiene también una enorme deuda con sus egresados.
joeloj7168@yahoo.com.mx

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